Fonología
PLON-R. Fonología (III)
Dado el escaso desarrollo del nivel de automatización del soporte Calc de este test, tal y como tuvimos ocasión de comprobar en [esta entrada], no nos debe sorprender que su actualización y mejora implique dedicarle tiempo y espacio, posiblemente más de una entrada.
Esto es así porque necesitamos repensar los objetivos del para qué de este test, pero también los análisis a realizar con los datos que nos pueda aportar. Para ello es necesario que estudiemos los datos que aporta el propio test y después plantear qué uso es posible, como hacer posible ese uso y como desarrollar los procedimientos de automatización. Dado que es este, y no los análisis, el objetivo de esta nueva propuesta, es necesario estar atentos para no perdernos entre los atractivos y complejidades de los análisis que nos son precisos, y acotar aquí su nivel de desarrollo. Tiempo y oportunidades habrá para otro tipo de planteamientos.
Pero por ahora es preciso definir primero el objetivo del uso del test, el para qué y sus implicaciones.
No puede ser nuestra meta el análisis del proceso de desarrollo del sistema fonológico, por el simple motivo de que nuestra función es colaborar en la detección de dificultades (barreras personales, si se prefiere la nueva nomenclatura) y no investigar procesos evolutivos.
Esto evidentemente nos sitúa en el marco de la detección del trastorno fonológico, lo que conlleva, en primer término, plantear un marco de intervención en función de la edad, pero también en función de la utilidad del instrumento: dado que el proceso de desarrollo se prolonga hasta los 6/7 años, en sentido estricto, si no contamos con una herramienta que nos permita diferenciar entre retraso vs. trastorno, para no estar confundiendo lo uno con lo otro, no es conveniente evaluar la producción fonológica hasta edades en las que ésta debiera estar consolidada como proceso.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que se mantiene vigente el principio de detección e intervención precoz como factor de éxito y de calidad en la respuesta educativa. Es contraproducente aplazar una intervención de apoyo cuando ésta es necesaria. En este caso lo es porque el trastorno fonológico requiere una intervención clínica especializada (logopedia), pero también educativa ya que tiene implicaciones en el proceso de aprendizaje, en la comunicación y en la socialización.
Nos encontramos entonces en una encrucijada ante la que tenemos que tomar una decisión.
Pero la cuestión, afortunadamente, es más simple: si nos enfrentamos a una cuestión evolutiva (normal) no es necesaria ninguna evaluación específica ni ninguna intervención especializada; es suficiente con desarrollar un trabajo educativo normal, incluyendo los aspecto de estimulación del lenguaje oral que forman parte del currículo de la etapa de E. Infantil.
Si, por el contrario, es evidente que se trata de un problema personal relevante también está claro de qué se trata y qué hay que hacer: ante un trastorno fonológico hay que evaluar para concretar el problema e intervenir para afrontarlo.
Lo primero se inicia en el primer curso de E. Infantil (3 años), si es que no se inició antes, y lo segundo en cuanto se aprecien indicios o dudas razonables de que lo es. Y cuanto antes mejor, ya que las intervenciones ordinarias no son suficientes.
Ahora bien, ese es el "problema", pero aquí se trata de pensar y desarrollar la herramienta. Esto nos lleva a planearnos qué necesitamos, qué tipo de prueba necesitamos para identificar precozmente lo que de no intervenir derivará (si es que no lo es ya) en trastorno fonológico, una prueba que nos permita entrar dentro de esa nebulosa que hemos llamado "duda razonable".
Personalmente pienso que PLON-R. Fonología puede ser esa herramienta, siempre y cuando la ajustemos a ese cometido.
Lo es porque considera la dimensión evolutiva y aporta datos que nos ayudan a tratar esa cuestión; y lo es también porque desarrolla un análisis de la tipología de error por tipo de fonema. Todo ello nos permite usar este test como herramienta para identificar la normalidad, el retraso y el trastorno.
Además creo que es posible ajustar esta herramienta para que sea útil para identificar con cierto margen de error, pero también con fundamento, que nos situamos en esa zona de duda razonable. Otra cosa (y diferente) es qué opción tomamos ante ella.
Empecemos por definir entonces el objetivo concreto que perseguimos con su uso. Yo creo que quedó claro: identificar precozmente el trastorno fonológico.
Es esto de la precocidad lo que conlleva mayores dificultades y riesgos, evidentemente, pero donde el enfoque del test puede tener mayor utilidad. Primero por los datos que lo fundamentan en términos evolutivos, pero también por la posibilidad que nos ofrece de identificar aquellos componentes que nos informa de una u otra "alteración" tomando siempre como referencia la normalidad, una normalidad evolutiva.
De ahí también surge otra cuestión: la posibilidad (o necesidad) de realizar determinadas modificaciones para reajustarlo a nuestros objetivos. Y dado que esto afecta al propio contenido del test, pero también potencialmente al diseño de procedimientos de uso, deberemos tratar sobre estas cuestiones.
Los estudios evolutivos tienden a diferenciar periodos de 6 meses en el análisis de los procesos de adquisición del sistema fonológico, y lo extienden hasta los seis años (concretamente lo dan finalizado a los 5:11 años, estos mismos estudios reconocen implícitamente que ese proceso se prolonga más en el tiempo, ya que a esa edad final aun se observan fonemas con niveles de adquisición que no garantizan la plena adquisición.
Además aprecio cierta contradicción en PLON-R entre los datos de IDi que aporta y el tratamiento que da al "error" en la puntuación del test: se considera normativamente que un sólo error en los fonemas que corresponden al bloque de edad (los fonemas de edades precedentes y los propios de la edad) conlleva puntuación 0, dando a entender que el desarrollo normalizado a una determinada edad implica la producción correcta de todos los fonemas. Sin embargo los IDi evidencian que existe cierto grado de error que coexiste con la normalidad o que, en todo caso, no incurre en desfase significativo respecto a la norma. No obstante estos análisis no nos permiten realizar demasiadas inferencias ya que carecemos de datos complementarios.
Por ejemplo, en esta tabla PLON-R. Fonología 3 años observamos que el fonema /-b-/ es producido erróneamente por 4 de cada 100 niños, y el fonema /b-/ por 11 de cada 100 niños (eso es lo que implican sus respectivos índices IDi, no los datos empíricos).
De este ejemplo podríamos extraer varias implicaciones sin arriesgar demasiado en la interpretación:
- Que es "normal" que unos pocos niños de tres años cometan errores en la producción de un fonema teóricamente adquirido en este marco temporal. Recuérdese que, según la tabla anterior a ésta, dicho fonema está alcanzado por el 100% de los sujetos "normales" en el intervalos 3:06-3:11 años, por el 90% en el periodo 3:00-3:05).
- Que la posición del fonema en la palabra repercute en la dificultad que presenta su correcta producción: más niños producen correctamente el fonema /b/ intermedio (/-b-/ -> /kubo/) que el fonema /b/ al inicio de palabra (/b-/ -> /bota/). La diferencia en IDi (11-4 = 7%) no es desdeñable desde el punto de vista del análisis del grado de adquisición del ítem.
- Que deberíamos realizar este mismo tipo de análisis con todos los fonemas trabajados en un conjunto etario para apreciar la dimensión del "error" admisible dentro de los rangos de normalidad, ya que podríamos obtener datos relevantes para identificar diferencias cuantitativas entre el retraso normal y los indicios relevantes de trastorno. Cuantitativos, pero también cualitativos.
Digo esto porque considero que existe una primera razón "cuantitativa" para identificar indicios de motivos para la intervención (a partir de los cuatro años, aunque mejor de los cinco): no es lo mismo que un niño fracase en fonemas propios de su edad que lo haga en fonemas propios de edades previas. Para este análisis nos pueden servir los datos de la primera tabla, pero también los IDi de PLON-R. En el primer caso estamos hablando de un proceso "normal", pero en el segundo podemos estar ante manifestaciones primeras de dificultades cualitativamente diferentes.
Ahora bien, también es necesario tener en cuenta lo que significan las diferencias entre IDi del mismo fonema en función de su posición, rasgo evidentemente asociado al enfoque procesual-madurativo: el retraso se puede asociar a un rendimiento diferenciado en función de la posición, pero al igual que la plena adquisición implica el dominio fono-articulatorio con independencia de la posición, el trastorno fonológico queda identificado con su contrario: el fracaso en la producción del fonema con independencia de su posición. Y más aun cuando lo que se observa afecta a rasgos más complejos del proceso fono-articulatorio, lo que se concreta en afectación en función de las cuerdas vocales (sonoro vs. sordo) o del punto o del modo de articulación.
Aquí tenemos, además, un motivo para la reflexión sobre qué contenido dar al test, el cual está determinado por el objetivo. Y si este es el planteado antes (recuerdo: identificar precozmente el trastorno fonológico), deberemos empezar por descartar las palabras que evalúan agrupaciones de fonemas (vocálicos y consonánticos), ya que no nos aportan nada relevante en términos de identificación del trastorno fonológico desde la perspectiva de la intervención educativa. Sí del retraso fonológico y sí para la intervención clínica logopédica.
También propongo retrasar la aplicación de esta prueba hasta los 4 años, ya que a la edad de 3 años lo que podemos encontrar son retrasos fonológicos o signos muy débiles de lo que posteriormente podría derivar en un trastorno fonológico en sentido estricto. A esa edad (3 años) nos podemos plantearnos evaluaciones del desarrollo de la comunicación y del lenguaje integrales y desde la doble perspectiva comunicativo-lingüística, incluso de la socialización, además, con otro tipo de herramientas. Pero carecen de sentido evaluaciones tan parciales y específicas y con pruebas tan acotadas en cuanto a contenidos y procedimientos.
Es a partir de los 4 años cuando disponemos de profundidad de campo y nivel madurativo para identificar, aunque sea aun con un margen de duda y para la discusión, la presencia de indicadores de riesgo que razonablemente se pueden considerar susceptibles de intervención especializada de apoyo... o no; pero esa es otra cuestión.
Una vez que hemos reflexionado sobre todas estas cuestiones nos tenemos que ocupar de la construcción del soporte, lo que supone dar respuesta a dos cuestiones: los componentes visibles y la estructura algorítmica.
Respecto a la primera, partiendo del soporte inicial, dada su simplicidad, deberemos adaptarlo a las implicaciones del análisis y las decisiones previas, eliminando los contenidos que consideramos no relevantes.
Recuerdo al respecto que estas decisiones se toman desde la perspectiva específica de la detección precoz del trastorno fonológico en función del proceso de enseñanza-aprendizaje, lo que implica no atender a otros objetivos (como la detección del retraso fonológico) ni a otras intervenciones, como la clínica logopédica. Si tu objetivo se define de otro modo o se más amplio que el mío, deberás modificar este criterio en sus consecuencias.
Además debemos resolver una cuestión que no quedó resuelta en su momento: si aplicamos inicialmente todos los ítem de los fonemas o sólo los que ocupan determinada posición, dejando el resto para una segunda fase o de comprobación. Estas decisiones son importantes, puesto que afectan al modo en que se aplicará la prueba y, en consecuencia, al resto del proceso.
Aunque el procedimiento más económico y posiblemente también el más coherente con el planteamiento de intervención pudiera ser el segundo (aplicar sólo los ítem de posición x, concretamente en función del IDi, la posición media), el procedimiento de aplicación se puede complicar sin que la ganancia en tiempo de aplicación sea relevante, así que opto por el procedimiento más largo pero simplificado: aplicar todos los ítem con independencia de la posición del fonema.
Procedemos en consecuencia a ajustar el contenido del test, ajustando los ítem a aplicar.
Decidida esta cuestión toca ahora plantear cómo se va a definir la aplicación del test, sobre qué soporte (digitalización) y si se procede a implementar algún tipo de automatización (informatización) de la fase input.
Aquí las opciones son varias, todas con sus pros y contras. Las dos que siguen descartan la informatización o automatización del input, aunque se diferencian en cuanto a la digitalización); la tercera la incluye.
- Primera opción: aplicar el test sobre la pantalla, lo que supone digitalizar las imágenes y ajustar su presentación a la edad del alumno. Para ello podemos emplear presentaciones previamente creadas atendiendo al contenido definido en la fase previa sobre el servicio Impress, o automatizar no la recogida de la respuesta, pero sí la presentación del input, que no es lo mismo. Como ejemplo el procedimiento explicado [en esta entrada] sobre Draw. Las respuestas del niño se pueden grabar (audio digital) o anotar directamente, bien sobre papel, bien directamente hoja de cálculo, dependiendo de los medios disponibles.
- Segunda opción: aplicar la prueba sobre los soportes aportados por PLON-R (láminas, incluso formulario), pero recuperar para el análisis sólo los datos de interés, los cuales se definen en el soporte Calc. El procedimiento se puede abreviar anotando sólo y directamente en Calc las respuestas a los ítem que interesan, pero dado que se hace el esfuerzo parece tener más sentido recoger íntegra la información y proceder después al análisis que intereses, incluyendo diferentes análisis diferenciados en cuanto a objetivos.
- Tercera opción: desarrolla la primera facilitando al alumno la visualización de la imagen correspondiente y al OE la puntuación del ítem tras la producción oral del alumno. Esta puntuación se traslada al soporte en la posición convenientemente determinada con antelación y queda disponible para el código de automatización de la fase de análisis.
Parece evidente que la tercera opción es la que más se ajusta al objetivo de la automatización del test, pero es también la más compleja (y por tanto la más costosa de crear) y presenta algunos inconvenientes, algunos de los cuales son circunstanciales y pueden ser perfectamente obviados, pero que aquí debemos tenerlos muy en cuenta.
El primer inconveniente es evitar que la puntuación del test no afecte a su aplicación, cosa que se me antoja muy difícil garantizar. Los efectos de no conseguirlo son evidentes y no requieren más explicación.
El segundo inconveniente es que se requiere reconstruir el material del test prácticamente desde cero, lo que incrementa sustancialmente el coste de tiempo de desarrollo del recurso. Esto no es necesario si se trata de hacer uso exclusivamente personal del material, pero no en cualquier otro caso, como es el de este blog.
Además de los inconvenientes, tenemos también las ventajas de las otras opciones, especialmente de las de la segunda: no tenemos nada que hacer en cuanto al input que no sea aplicar el test tal y como está previsto hacerlo según manual. Los resultados son válidos para seguir el procedimiento estándar de evaluación (lo que en este caso sólo es de utilidad en determinadas circunstancias) y tenemos a nuestra disposición el total de los datos, lo que nos va a permitir desarrollar diferentes análisis, si es que son precisos, incluso en otros momentos y desde otras perspectivas.
Resumiendo, aunque la lógica del procedimiento parece pedir una cosa, el interés práctico impone que diferenciemos la fase input del resto, lo que se concreta como aplicar la prueba tal y como está definida en PLON-R.
Este mismo interés tiene la ventaja de dejar abiertas posibilidades de análisis que ahora no están encima de la mesa, por lo que no se pueden tomar en cuenta; pero que en el futuro podrían ser incluso más interesante que las actuales. No nos podemos permitir el lujo de desperdiciar ni un sólo dato que mañana podríamos necesitar.
Antes de finalizar esta entrada tenemos que plantear un última cuestión de gran importancia, que aunque lo será más en la fase de análisis, nos interesa dejar resuelta ahora. Me refiero a desarrollar la estructura de matrices que facilitan la categorización de los ítem y que, posteriormente nos facilitarán la automatización de los procedimientos que decidamos automatizar. Para ello identifico cada una de las variables intervinientes (alguna ya está identificadas y planteadas en el modelo inicial del soporte) y concreto su codificación.
Sobre la base de esta categorización que remite directamente al identificador de las columnas...
... planteo la siguiente estructura de matrices o tabla de datos, como prefieras llamarla.
En este caso he optado por formularla como datos auxiliares, pero perfectamente podrían estar incluidos directamente en el código. La ventaja de hacerlo así, como datos externos, es la posibilidad de modificar el contenido de forma sencilla sin alterar el código. La desventaja es que debo desarrollar procedimientos de acceso mediante código. Yo me quedo con la formulación de las matrices como datos externos, pero no tiene por qué ser tu opción.













